Fuente: ABC |
Reproducimos íntegramente el artículo "Daños arqueológicos colaterales en Colombia" del abogado José María Lancho publicado el miércoles pasado por ABC en su edición de papel. Recordemos que Lancho y ABC -en particular su director de cultura don Jesús García Calero- han mantenido durante varios años un durísimo combate por la verdad y por los intereses de España en los tenebrosos asuntos del despojo de la Mercedes y del saqueo del patrimonio sumergido de origen hispánico tanto en aguas españoles e internacionales como en las aguas territoriales de EE.UU.
DAÑOS ARQUEOLÓGICOS COLATERALES EN COLOMBIA, por José María Lancho
Es la lucha judicial y legislativa más larga de Occidente por evitar el despojo de un galeón: más de 30 años
Semejantes a las inolvidables tabernas de Stevenson en su
«Isla del Tesoro», y dejando al margen la indudable dignidad técnica de
los jueces de Florida, de entre las historias demenciadas que cuentan
los cazatesoros en esas salas de Tribunales destaca, como un doblón de a
ocho, la demanda por 17.000 millones de dólares que contra la República de Colombia han realizado los cazatesoros de la empresa Sea Search Armada.
La historia de este asunto, la del galeón «San José», ha hecho protagonista a Colombia de la lucha judicial, y legislativa, más larga de Occidente por evitar el despojo
de un galeón frente a los cazatesoros: más de 30 años. Ha sido una
lucha donde han concurrido todo tipo de valores, pero la pugna se ha
sostenido con éxito hasta los tribunales norteamericanos donde aún se
espera una sentencia de apelación. Los cazatesoros plantearon una demanda llena de acusaciones de corrupción y una reclamación que supera el botín del mayor expolio imaginado: 17.000 millones de dólares. Esto está sirviendo para presionar a Colombia
y obligarle a adoptar una legislación arqueológica nacida para ser el
negativo de la Convención Unesco. Esta norma, auténtica síntesis de las
posiciones del sector cazatesoros, resulta incapaz de garantizar las consecuencias científicas mínimas
en la intervención sobre un yacimiento, ni que los criterios
arqueológicos primen sobre los meramente extractivos. Evita someterse a
parámetros internacionales concretos, limitándose a alegaciones
genéricas sin virtualidad práctica.
El proyecto no explica qué sucede con los pecios de los
buques de Estado, por ejemplo los galeones españoles, sobre los que
existe inmunidad soberana reconocida internacionalmente. Si Colombia pretende dar una respuesta, en solitario, al problema
del legado submarino hispánico en aguas de las naciones que surgieron
del imperio español, pone en riesgo ese enorme patrimonio histórico en
el resto del mundo. La inmunidad soberana, por muy incompleta que nos resulte, hasta ahora ha sido el mecanismo más efectivo de preservación del patrimonio histórico sumergido hispánico.
Las decisiones de Colombia tienen efectos globales.
Lo cuestionable es que el destino de un patrimonio histórico, en
definitiva de la humanidad, esté prisionero de una veintena de nacionalismos a uno y otro lado del Atlántico
y de sus gestores políticos, y que en lugar de servir de punto de
encuentro de unas sociedades civiles perfectamente maduras y capaces de
hacerse cargo moral y científicamente de esos yacimientos, estos deben
someterse a su dispersión comercial por voluntad política.
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