jueves, 31 de marzo de 2011

La resurrección del Vasa


Fotografía: Vasa Museet
 Hace 50 años, resurgían del Báltico los restos del  Vasa.

Uno de los hitos de la valoración del patrimonio sumergido se produjo hace cincuenta años, el 24 de abril de 1961, cuando surgieron de las aguas frías del Báltico los restos de un magnífico barco sueco hundido 333 años antes. Nos referimos al Vasa.

El desastre del Vasa
El 10 de agosto de 1628 se botaba en Estocolmo un poderoso barco de guerra que llevaba el apellido de la dinastía real, el Vasa. Reinaba por aquel entonces Gustavo II Adolfo, el León del Norte. Suecia no era el pacífico y próspero país en que se ha convertido, sino una verdadera potencia militar.

Foto: Vasa Museet

Una multitud curiosa asistía a la singladura inicial del arma más formidable puesta jamás por los suecos sobre el mar. Nunca uno de sus barcos había dispuesto de tantos cañones, ni tan potentes. El Vasa iba a permitir, pensaban, asegurar la hegemonía protestante en el Báltico y su primera misión iba a consistir en atacar las costas polacas.

 Un barco de aquellas características era, además, un verdadero palacio flotante que ofrecía todas las comodidades posibles a los potentados que se alojarían en el que parecía destinado a ser buque insignia de la armada sueca y cientos de adornos esculpidos en la madera convertían el conjunto en una obra de arte [...]

Leer la continuación en Suite101: La resurrección del Vasa

jueves, 24 de marzo de 2011

Apoxiomeno, el atleta rescatado del mar


Foto: Instituto Croata de Conservación
Hallazgo y rescate
El archipiélago que forman en Croacia las islas de Lošinj -se pronuncia loshini con la sh suave de she en inglés- es uno de los destinos más concurridos por los turistas en aquella república. En 1996, apenas un año después del final de la guerra balcánica, un turista belga, René Wouters, halló una estatua griega  a 45 m. de profundidad en los fondos de la isla de Vele Orjule.
En 1999 el Ministerio de Cultura croata se encargó, con grandes precauciones policiales y científicas, de rescatar de las aguas la estatua que llevaba mil setecientos años hundida.

Restauración e identificación
Tras una meticulosa labor de limpieza y restauración, a cargo del Instituto de Restauración de Croacia (Hrvatski restauratorski zavod) la estatua fue identificada como una copia de una obra anterior al famoso modelo de Lisipo, el Apoxiomeno cuya copia más famosa conserva el Vaticano entre sus tesoros.
Foto: Instituto Croata de Conservación
Apoxiomeno no es un nombre propio sino una descripción. Los griegos no conocían el jabón y en algunas competiciones, como la lucha, se cubrían el cuerpo de aceite. Tras la lucha quedaba adherido el polvo al aceite y para quitarse de encima la pegajosa mezcla usaban un rascador llamado estrigilo, En griego ἀποξυόμενος / apoxuómenos, se derivaría de ἀποξὐω / apoxúô, "rascar". Podemos imaginar que el atleta se llamaría en realidad Timeo o Hipólito o Paco o Iñaki de las Mercedes -lo mismo da- así que conservémosle el nombre de Apoxiomeno.
Para distinguirlo del Apoxiomeno de Lisipo, las autoridades croatas lo han llamado el Apoxiomeno croata. Pero hace mil setecientos años Croacia no existía, seria más adecuado hablar del Apoxiomeno del Adriático.

Foto: Instituto Croata de Conservación
 
¿En qué pensaría Apoxiomeno?
En Florencia, el año 2006, en el palacio Medici-Riccardi me encontré por primera vez cara a cara con el atleta de bronce rescatado del mar en 1999.
Apoxiomeno no es especialmente simpático, no sonríe o quizá sí, pero no sabes si es un esbozo de sonrisa, de satisfacción o de desprecio, en sus cuencas vacías no hay vida, parece ensimismado. ¿Ha batido alguna marca? ¿Está satisfecho? Mientras se va rascando la plastosa porquería con el estrigilo, quizá piense el atleta que Filóstenes hoy ha corrido más, que no hay forma de ganarle, o que él mismo ha machacado a Hipócrates en el lanzamiento de disco, je, je.
Foto: Palacio Medici-Riccardi
 ¿A qué deportes se dedicaba Apoxiomeno? Es alto (mide nada menos que 1 metro y 92 cm) y está cachas, con músculos definidos; no se trata de un dulce efebo que alimente las ensoñaciones de los pederastas sino de un adulto en la flor de la juventud.
Como todos los atletas, Apoxiomeno está inmerso en la tensión entre la meta añorada e imaginada y la realidad. El cuerpo y el entrenamiento no dan más de sí, correr, luchar, saltar, darse de mamporros ¿y todo para qué? Para la gloria del momento, una humilde corona de laurel… Y también la corona del prestigio y la breve recompensa de la fama.

Foto: Wikipedia

Quienes hoy día se sorprenden del extraordinario peso mediático de los deportistas, se olvidan de que el hoy no es más que la repetición hortera y aburrida de muchos ayeres, y que para los griegos las competiciones de Olimpia eran un acontecimiento sagrado. Para hacernos una idea, a Aristocles lo llamaban Platón en honor de sus anchas espaldas. El autor de la República había sido atleta y muchos de sus coetáneos quizá no le entendieran los conceptos pero admiraban en él su buena condición física. Por otra parte el nombre de la Academia fundada por Aristóteles se deriva de un atleta griego llamado Academo (homónimo del héroe legendario).
Apoxiomeno ha sido digitalizado por la compañía Topomatika y se pueden ver algunas de las imágenes aquí y una presentación (en italiano) de la exposición florentina a cuenta de Cristina Acidini y Mauricio Micchelucci.

lunes, 14 de marzo de 2011

Un americano muy antiguo


Foto de Daniel Riordan

Ningún medio español lo ha reflejado todavía, y eso que ha transcurrido casi un mes: el pasado día 18 de febrero, el profesor de Antropología Fabio Esteban Amador anunciaba en el blog de noticias del National Geografic un sensacional descubrimiento: un equipo de investigadores mejicanos había encontrado un antiquísimo cráneo en una cueva sumergida del estado de Quintana Roo, en la península del Yucatán. Se trataría ni más ni menos que de la más antigua prueba de presencia humana en el Nuevo Continente.

En la península de Yucatán abundan los cenotes, cuevas afloradas e inundadas, generalmente de agua dulce pero en las que a veces se infiltran capas de agua salada proveniente del mar. Algunos cenotes son muy valiosos para los arqueólogos porque los usaron los antiguos mayas y los pueblos anteriores a los mayas para sus ritos y sacrificios, y se encuentran en el fondo restos humanos, alfarería, objetos culturales variados... Pero existen restos mucho más antiguos, como prueba el hallazgo de huesos de mastodontes
La responsabilidad de la investigación corre a cargo de Alex Álvarez, Franco Attolini y Alberto Nava, miembros del Proyecto Espeleológico de Tulum (PET), organización especializada en la exploración y el estudio de cuevas sumergidas en la península del Yucatán.
En el sistema de cuevas Aktun-Hu los investigadores exploraron una fosa llamada Hoyo Negro en cuyo fondo encontraron restos de un mastodonte y un cráneo humano. Se esperan los resultados de los estudios físicos del cráneo con el fin de determinar su antigüedad. Las investigaciones serán sin duda muy interesantes si sobreviven al proyecto urbanístico Dowtown Tulum en la Riviera Maya.

Ver el artículo original (en inglés) ilustrado con estupendas fotografías.

Manifiesto por la integridad de la Memoria Sumergida

El pasado día 9 de marzo, en Marbella, durante las V Jornadas de Patrimonio organizadas por la asociación Cilniana se difundió el siguiente Manifiesto:

MANIFIESTO POR LA INTEGRIDAD DE LA MEMORIA SUMERGIDA
Los mares y océanos del Planeta ya no son los guardianes invulnerables de nuestra historia sumergida. Hoy vivimos una gran crisis cultural: la habilidad tecnológica de determinadas empresas que persiguen la expoliación de los bienes arqueológicos submarinos y la incapacidad práctica de los Gobiernos para atajarla hacen que el daño cultural causado, sea irreparable y amenace definitivamente el destino de un patrimonio que es herencia de toda la humanidad. La realidad es que la peor forma de dominio tencológico del medio oceánico está obligando a intervenir a los gobiernos y comprometiendo las relaciones amistosas entre Estados sólo para favorecer a una minoría.
Recientes acontecimientos vinculados a las actividades de este tipo de empresas  nos han hecho conscientes de la indefensión de nuestra propia sociedad y del vacío legal existente. Ni la comunidad científica ni el conjunto de la sociedad civil pueden inhibirse por más tiempo, mientras acontece una de las mayores crisis culturales de nuestro tiempo.
Los que suscribimos este documento somos científicos, escritores, arqueólogos, abogados, estudiantes de este tiempo, hemos puesto en común lo que sabemos y lo que queremos decir ante estos hechos con la seguridad de que la verdad sólo es posible esconderla en el silencio. Por ello tenemos que romper ese silencio y por eso los firmantes suscribimos los siguientes puntos:

Primero: Cualquier planteamiento que prime los resultados económicos sobre la conservación del patrimonio arqueológico no es cultural ni éticamente asumible. Las empresas cazatesoros o autodenominadas exploradoras no deben considerarse como parte de la industria cultural. La labor de extracción comercial de restos arqueológicos —de tesoros como estas empresas los denominan— no tiene nada que ver con la arqueología y carece de fines científicos. En este punto de los acontecimientos observamos que mercado y cultura jamás habían llegado a tan profunda contradicción.

Segundo: Solicitamos a los gobiernos que suscriban e insten a suscribir la Convención internacional para la protección del patrimonio cultural subacuático de la UNESCO convirtiendo sus principios en normas universales de derecho.

Tercero: Solicitamos la creación de un capítulo específico para toda la Unión Europea relativo a la arqueología submarina dentro de la Política Marítima Comunitaria. En consecuencia, pedimos que la Unión Europea suscriba la Convención UNESCO

Cuarto: Solicitamos que los restos arqueológicos extraídos por medio de metodología no científica y en cualquier caso contradictorios a los previstos de forma anexa en la Convención de la UNESCO sobre Patrimonio Histórico Sumergido, sean considerados actos de expoliación con los efectos previstos en derecho para los mismos. 

Quinto: Solicitamos la más precisa investigación sobre la llegada a Gibraltar de importantes restos arqueológicos y patrimonio histórico fruto de extracciones submarinas privadas de origen incierto, puesto que las leyes que rigen en ese territorio de la Unión Europea obligan a quien encuentra restos de un naufragio y los lleva a puerto a efectuar una declaración y someterse a un procedimiento legal para verificar la titularidad y origen de esos restos. Asimismo, debe comprobarse que se ha cumplido con la norma comunitaria que regula la exportación a terceros Estados de patrimonio histórico.

Sexto: Invitamos a la comunidad de los periodistas e informadores a que rechacen el lenguaje que proponen las empresas cazatesoros. No existen tesoros, existe un patrimonio histórico y arqueológico del que es heredera la humanidad. La explotación comercial de un pecio no es más que un expolio.

Séptimo: Que el Reino de España sostenga, y así se informe a Fiscales y Magistrados, que puesto que la búsqueda de información en los archivos españoles supone el comienzo de cualquier hallazgo y dado que proporciona claves fundamentales que implican un hecho relevante en tierra española y europea, la competencia corresponde a nuestros tribunales.

Octavo: Que el Reino de España y la comunidad cultural de los Estados europeos con patrimonio histórico sumergido en sus costas contemplen penalmente como delito de riesgo de daños al patrimonio histórico sumergido, la mera exploración con medios altotecnológicos sobre las zonas de yacimientos arqueológicos submarinos, fuera de iniciativas académicas o de acceso esencialmente científico y cultural, para considerar realizado el tipo delictivo.

Noveno: Que las autoridades gubernamentales destinen fondos y medios suficientes para garantizar una respuesta arqueológica al importantísimo patrimonio y testimonio histórico que la tecnología ha vuelto definitivamente accesible. Asimismo, solicitamos que las autoridades responsables de las Universidades posibiliten una formación especializada en arqueología submarina asumiendo el protagonismo que les corresponde en ese ámbito.

La debilidad de las estructuras legales no puede conducir nunca a la ley de la impunidad o a la renuncia de las responsabilidades del presente. La tecnología ha abierto las aguas no para la mera explotación del fondo marino sino para dar respuestas más altas  tanto a los seres humanos de este tiempo como a las generaciones futuras.

domingo, 13 de marzo de 2011

Los vándalos y la memoria sumergida


Un viejo artículo

El siguiente artículo se públicó el 7 de noviembre de 2007 en Asturias Liberal

LOS VÁNDALOS Y LA MEMORIA SUMERGIDA
¿Quién de niño no ha querido imitar al Capitán Nemo y recoger lingotes de oro de los galeones hundidos? A los niños y a los menos niños nos seduce todavía el brillo de los tesoros, y por eso vemos con cierta simpatía las actividades de aquellos que como el famoso Mel Fisher, rescatan inmensas fortunas de los fondos marinos. Pero ya no somos Tom Sawyer, Long John Silver se jubiló hace mucho tiempo y el Nautilus sigue sepultado en los bajíos de la Isla Misteriosa.

La memoria de los siglos 
Ahora sabemos que en los restos de naves naufragadas, lo que llamamos pecios, hay un tesoro mucho más valioso que todo el oro del Banco de España: hay información. Los pecios son auténticas esferas de tiempo, como las cámaras secretas de los faraones. Entre el maderamen podrido, el lodo y la arena se ocultan objetos que en su día fueron corrientes pero que ya no existen en tierra firme. De los restos de un barco etrusco hundido frente a las costas italianas los expertos han deducido datos inesperados sobre esa civilización. De barcos holandeses y portugueses hundidos en el Pacífico se han extraído piezas de porcelana que son especimenes únicos. Los pecios son una fuente insuperable de información sobre los contactos que mantenían pueblos y culturas del pasado.

Los saqueadores destruyen la información
Los arqueólogos, a partir de las marcas de las ánforas, son capaces de determinar la carga de un barco romano o griego y hasta se atreven a inferir con gran aproximación cuáles eran su origen y destino y hasta el nombre del armador. Pero el que se limita a buscar oro y plata remueve los estratos, rompe el ánfora o se la lleva a su casa para adornar el salón. Ni le interesa la historia, ni le importa la información. Es un vándalo más o menos inconsciente, como aquellos otros bárbaros modernos que hasta hace bien poco pulverizaban momias milenarias para convertirlas en óleos para pintores y en remedios farmacéuticos.

La inoperancia de las administraciones
Lo que está pasando con las empresas "cazatesoros" es inadmisible. Aprovechando vacíos legales y la absoluta inoperancia de las administraciones, se están arrasando pecios que tienen un valor arqueológico e histórico incalculable. Esas empresas codician como urracas los metales brillantes, las joyas, los objetos de colección, y destruyen el yacimiento arqueológico impidiendo a los historiadores de ahora y del futuro reconstruir el pasado.
Imaginemos que llegara mañana una empresa cazatesoros de tierra firme a Segóbriga, o al Foro de Trajano en Roma, buscando moneditas, y machacara cuidadosamente todos los restos hasta rescatar el último sestercio... No sería la primera vez en la historia: en su día hubo quien usó dinamita para volar pirámides precolombinas buscando tesoros mayas. Eso, exactamente, es lo que está pasando con las empresas cazatesoros, pero como no actúan en tierra firme sino en el mar, nadie dice nada y, lo que es peor, nadie hace nada.
En nuestras costas existen numerosísimos pecios cargados de historia: no hace mucho se localizó un barco fenicio en aguas de Cartagena.
Nuestras costas, —y singularmente las aguas del Estrecho— han recogido una milenaria cosecha de desastres marinos, que un día se tragaron vidas y haciendas pero que alumbran hoy valiosísimos testimonios de los siglos pretéritos. Por otro lado, la mayor parte de los valiosos galeones que se encuentran dispersos en las aguas del mundo son pecios españoles amparados por el Derecho Internacional. Lo importante no son los lingotes de oro o de plata, sino todo lo demás, eso que los cazatesoros consideran basura y que, sin embargo, apasiona a los arqueólogos submarinos.

La amenaza tecnológica
Este el estado de la cuestión, y podemos augurar que el problema se va agudizar cada día más, puesto que la tecnología ha dado pasos de gigante. Los mares y océanos del Planeta ya no son guardianes insobornables de nuestra historia sumergida y la situación creada por la empresa Odyssey no es más que la punta de un formidable iceberg. Nunca ha sido más urgente y necesario adoptar medidas concretas de protección y de prevención.

El escándalo Odyssey
Ni las autoridades nacionales o andaluzas dan a este asunto la debida importancia, y es que todas las administraciones —la de ahora y la de antes— han mostrado idéntica desidia. Hace ya seis años que Odyssey se mueve a sus anchas por el Estrecho, sin rendir cuentas a nadie de sus actividades, salvo a sus accionistas. La vergonzosa ineficacia de nuestras autoridades se resume en que, manifestándose incapaces de situar claramente el pecio saqueado por Odyssey, pretenden dejar a los imputados la carga de la prueba, es decir, la localización de los restos, —teoría jurídica que, hay que reconocerlo, es originalísima— y queda a la espera de fantásticos informes arqueológicos de la propia empresa... Parece ser que el actual ministro de cultura ha decidido tomar cartas en el asunto. Mi impresión es que si al final se consigue detener el saqueo se deberá a la acción benemérita y desinteresada de juristas como José María Lancho o a la actitud de empresas como Nerea, poniendo sus datos y su experiencia al servicio de la Administración. El patriotismo se demuestro con hechos, no sólo con banderas.

Implicaciones internacionales
Ayer se reunieron representantes de las administraciones española y británica con el primer ministro de Gibraltar, para hablar del centro Cervantes en Gibraltar, y de paso abordaron las actividades de Odyssey Marine Exploration en la zona. Los participantes apelaron a una mayor transparencia por parte de Odyssey, pretendiendo que dicha empresa “coopere con las autoridades españolas para asegurar que no ha habido incumplimiento de las leyes españolas”. ¿Leyes españolas? ¿Y qué hay de las leyes europeas sobre patrimonio cultural? ¿Y qué hay de las propias normas de Gibraltar?
Odyssey juega con ventaja porque sabe que nadie quiere hablar del tema, ya que muchos temen las salpicaduras; también sabe muy bien dicha empresa que el cerril enfrentamiento entre Gobierno y oposición, que imposibilita cualquier consenso, impedirá también en asunto tan crucial un acuerdo unánime.

Y si por milagro nuestros representantes hubieran experimentado un súbito arrebato de dignidad, Odyssey ya sabe como neutralizarlo de antemano: provocando un contencioso internacional. Hace meses una de nuestras patrulleras detuvo en aguas españolas a uno de los barcos de esa empresa, el Odyssey Explorer por mandato de un tribunal de la Línea de la Concepción. La empresa había avisado a las autoridades españolas y hasta había un abogado a bordo. Los abogados no suelen formar parte de la carga de los barcos, ni siquiera como lastre: resulta diáfano que quienes situaron el Explorer en aguas españolas —“reivindicadas” por Gibraltar— lo hicieron con el objetivo de que fuera aprehendido. El porqué resulta todavía más obvio: desviar la atención del verdadero debate, el cultural, para situarlo en un marco muy distinto, el  del eterno problema político de la Roca, trocando un asunto jurídico y arqueológico en una disputa entre naciones amigas y aliadas.

La jugada por ahora no les ha salido bien, porque ya es bastante complicada la situación internacional como para que el Reino Unido o su prensa amarilla desencadenen una nueva guerra del fletán y abran un nuevo frente. Pero la crisis que Marruecos está abriendo con España favorece esa perspectiva. Al final, fracasaremos todos y fracasará la cultura si se sustituye un debate científico por otro, político y territorial.